domingo, 5 de septiembre de 2021

BIOCOMBUSTIBLES Y AMBIENTE, UN DILEMA DEVASTADOR DE LA REALIDAD NACIONAL

 

¿La implementación de biocombustibles es alternativa de conservación o un

 factor en el deterioro  del campo y de ecosistemas en Colombia?

Como suele suceder en muchos aspectos de la modernidad, acrecentada por la velocidad con la que ocurren los fenómenos y por su masiva difusión, el tema de la reasignación productiva de cultivos ricos en azúcares, almidones o celulosa para la sustitución de combustibles fósiles le ha ganado la mano en términos de reacción en el tiempo a la reflexión ambiental y ha provocado una serie importante de pronunciamientos desde varios ángulos y actores, cuyos efectos se plasman bien en políticas y acciones a favor de esta nueva utilización de cultivos antiguos o vienen posiciones completamente opuestas a la utilización del territorio bajo esta novísima modalidad.

 Además la utilización de cultivos agrícolas como fuentes energéticas alternativas al uso de combustibles fósiles, entra en el campo de los fenómenos complejos cuando se analiza bajo la perspectiva ambiental (relaciones ecosistema-cultura). En efecto, desde este enfoque, son múltiples los factores que surgen para interrogar a este modelo de cultivos energéticos. Las cuestiones a debatir incluyen desde los balances energéticos complejos y comparativos tanto con el uso de gasolinas, diésel o petróleo, como con los usos que se les da normalmente en la producción de alimentos o aceites domésticos, sus efectos en la captura de carbono y los procesos de contaminación y/o degradación de suelos y aguas hasta la distribución, vocación y régimen de propiedad de las tierras aptas para tales cultivos, competencia con la producción de alimentos, relaciones sociales que nacerán al influjo de las nuevas rutas comerciales y de la infraestructura que se requiere para la producción, y los efectos políticos e institucionales que supone la expansión de la frontera agrícola.

 La complejidad y la incertidumbre para contestar varias de estas preguntas son los signos principales de un dilema y debate sobre los cultivos energéticos y su irrupción reciente en la historia de la patria. Sin duda alguna, se trata de un tema verdaderamente estratégico para el país, puesto que de su implementación, dependerá el futuro, no solo del reordenamiento espacial de las actividades productivas agrarias de Colombia, sino incluso, del propio modelo de desarrollo agrario del país. Varios autores a favor de los cultivos como fuente energética, han aportado algunas evidencias nacionales sobre los anteriores aspectos, pero aún quedan muchos aspectos en el terreno del dilema o la controversia, especialmente por carencia de datos sobre las consecuencias  de estos cultivos en distintos compartimentos ambientales, ecosistémicos y culturales.

 Por otra parte están los contradictores indican que el término “biocombustible” genera falsas expectativas en la opinión pública enmascarando los impactos desfavorables que se causan a los recursos naturales, a los ecosistemas, por la implementación de las actividades agrícolas extensivas e intensivas, que agotan en cualquier momento el recurso suelo y contaminaran aún más las fuentes de agua. En su lugar, proponen el uso de la palabra “agrocombustibles”, la cual representa el uso de cultivos agrícolas como sustitutos de combustibles fósiles. Por lo anterior es mejor considerar un término más acertado “agrobiocombustible” (ABC); como una manera distinta de hacer notar que, de todas maneras, se trata del uso de la agrobiodiversidad, recurso clave en el desarrollo agrario nacional y que en cualquier momento se puede ver amenazado por las sobrexplotaciones agrícolas indiscriminadas y el deterioro en la estructura y textura del suelo.

UN  TEMA  PARA DEBATIR; ALGO COMPLEJO.

 A pesar de la extensa trayectoria que poseen algunos países como Brasil, en la producción de etanol a partir de la caña de azúcar, el tema de la generación de energía a partir de cultivos agrícolas, ha provocado un extenso debate público sobre sus implicaciones ecosistémicas, sociales y económicas.

 De un lado se colocan quienes ven en esta opción, la posibilidad de reducir las emisiones de CO2 (dióxido de carbono), NO2 (dióxido de nitrógeno)  SO (óxido de azufre), SO2 (dióxido de azufre) y otros gases de efecto invernadero y por lo tanto, de contribuir a mitigar el calentamiento global, rebajar la presión sobre los yacimientos finitos de petróleo, gas natural y carbón y generar posibilidades de desarrollo local a través de la ampliación de la frontera agrícola y de los desarrollos tecnológicos asociados a esta nueva industria. De manera concomitante, se podrá incorporar nuevas tierras a la producción agraria, las cuales debido a distintos tipos de limitaciones, permanecían ocultas. Se considera, en este sentido, que por medio de la promoción de los cultivos energéticos, se podrá enfrentar al unísono problemas de pobreza, carencias de infraestructura, ingresos rurales y por lo tanto se podrá mejorar los ingresos y la calidad de vida de los productores.

De otro lado están quienes creen que la instalación de estos cultivos puede generar incrementos de CO2 y NO2, si se considera todo el ciclo de vida del producto, aumentar los procesos de deforestación en áreas frágiles, desplazar la producción de alimentos en zonas de vocación agrícola e incrementar los precios de venta de productos alimenticios básicos, reforzando además la concentración del capital en las grandes corporaciones, todo ello sin afectar los actuales modelos de desarrollo basados en el alto consumo de energía fósil. En el largo plazo, estos cultivos podrían resultar desfavorables tanto para el medio ecosistémico como para las economías campesinas que serían desplazadas por grandes extensiones de estos cultivos e incluso afrontar pérdidas de ingresos o de niveles de empleo rural.

PETROLEO Y MEDIO AMBIENTE (INCIDENCIA DIRECTA SOBRE EFECTO INVERNADERO)

La presente lectura, hace referencia a algunos problemas ambientales que el petróleo ha traído para Colombia.

CONTENIDO DE AZUFRE: El ACPM, (combustible Diésel) producido en Colombia es de muy  baja calidad, puesto que tiene contenidos de azufre entre 1.700 y 4.000 ppm, cuando en el mundo, la norma está en 500 ppm, con tendencia a 50 ppm. De acuerdo a lo anterior, el ACPM colombiano está causando graves daños ambientales, debido a que, durante el proceso de combustión, por los motores de los vehículos (fuentes móviles), el azufre se convierte en SO2 que, al salir a la atmósfera, se combina con el vapor de agua y produce una mezcla de sustancias de carácter ácido, que originan la lluvia ácida, la cual ocasiona problemas de corrosión a las piezas metálicas, daños a los cultivos y en general a todo lo que se ponga en contacto con ella.

Teniendo en cuenta que Bogotá consume el 20% del ACPM del país, lo que equivale a 13.000 barriles diarios y que la mayor parte de la contaminación atmosférica por CO2, NO2, material particulado y compuestos orgánicos que se da por fuentes móviles, se establece  que los motores de ACPM son los más contaminantes. Entonces es urgente  tomar medidas drásticas, considerando la calidad del Diésel, con relación a los motores que circulan a diario (estado de los inyectores, sincronización y en general, mantenimiento), camiones, tracto-camiones, camionetas, buses urbanos de tránsito corriente y la gran mayoría de  buses articulados del Trasmilenio.

Pero por otra parte, el Diésel presenta ventajas con relación a la gasolina en cuanto al rendimiento y a la duración de los motores y, por tanto, si se logra mejorar la calidad del ACPM (esto lo llevan diciendo todo el tiempo y nunca lo han hecho, ni lo harán) en las refinerías de tal manera que disminuya el contenido de azufre y de material particulado, seguirá siendo un combustible de uso corriente en las ciudades, aunque otros investigadores consideran que el gas natural es el más adecuado para el transporte masivo de las ciudades.

GASES DE EFECTO INVERNADERO Y DIÓXIDO DE CARBONO

Los llamados Gases de Efecto Invernadero (GEI) se definen como “aquellos componentes gaseosos de la atmósfera, tanto naturales como los causados por el hombre, que absorben y reemiten radiación infrarroja”. Estos se enumeran en el anexo A del protocolo de Kyoto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y son los siguientes: dióxido de carbono – CO2, metano-CH4, óxido nitroso –N2O, hidrofluorocarbonos –HFC, perfluorocarbonos –PFC, hexafluoruro de azufre –SF6.

El gas que más se encuentra estrechamente relacionado con los combustibles es el CO2.  Sus efectos sobre el medio ambiente son de grandes proporciones, debido a que permanece en la atmósfera por muchos cientos de años y puede llegar a producir además del calentamiento global un incremento en la acidez de los océanos. En un millón de toneladas cúbicas de base equivalente, el CO2 corresponde a 82% de los “GEI” liberados. El CO2 proviene de cuatro fuentes: origen industrial 29%, en el transporte urbano, residencial y comercial. En términos de combustible, 21% proviene de quemar gas natural, 42% del petróleo y 37% de carbón. La producción de electricidad cuenta con aproximadamente 79% de la fracción industrial. Por otra parte, la cantidad de CO2 emitido, varía mucho de acuerdo al grado de desarrollo de los países, razón por la cual el protocolo de Kyoto ha diferenciado muy bien a los diferentes países y sus respectivas responsabilidades frente a la problemática del CO2, no solo por la utilización de combustibles en los motores, sino que también en los productos derivados de petróleo y que al ser sometidos al rozamiento continuo produce emisiones y por todo lo relacionado con la industrialización. 

El contenido de CO2 de la atmósfera mundial ha aumentado desde más o menos 275 ppm, de las épocas preindustriales, hasta las actuales 375 ppm, y se encuentra aumentando alrededor de 1.8 ppm/año. De la misma manera, el CO2, aumenta desde los momentos mismos en que la revolución industrial se toma al mundo. De tal forma que la contribución humana, para generar y aumentar los contenidos de CO2 en la atmósfera se da segundo a segundo con todas las acciones industriales realizadas y hasta con la propia respiración, al haberse desbordado el crecimiento poblacional.

LOS    AGROCOMBUSTIBLES


Los agrocombustibles, llamados por el gobierno nacional y por la mayoría de las personas “biocombustibles”, son diferentes productos y materiales que producen calor en reacción de combustión y provienen de productos vegetales y/o animales. Entre estos productos, hay una gran variedad, empezando por la leña o residuos vegetales, hasta llegar a los más elaborados como el alcohol carburante y el agro-diésel, como también grasa animal para producir biodiesel.

 La utilización de estos materiales no es una nueva, ni mucho menos invención del siglo XXI, puesto que los motores inventados por Rudolph Diesel y Nikolaus August Otto, funcionaron inicialmente con aceite de maní y con alcohol respectivamente; pero ocurrió que para las mismas épocas, los derivados del petróleo estaban en pleno auge, por la cual el ACPM y la gasolina reemplazaron a los combustibles originales.

 En Colombia, los agrocombustibles comienzan a tomar fuerza a raíz de la situación de la crisis petrolera, por lo cual se plantea un reemplazo parcial, en un hecho que se hace oficial a partir de la promulgación de la Ley 693 de 2001 y el Plan Energético Nacional – visión 2003 – 2020 y se comienza a incentivar el uso de aceites de origen natural en los motores tipo diésel mediante la Ley 939 de 2004 y las Resoluciones 1565 de 2004 y 1289 de 2005, emanadas del Ministerio de Medio Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial.  Pero ¿Qué tanto impactará los agrocombustibles a la canasta energética nacional y a qué precio? Al respecto la Controlaría General de la Nación realizó un estudio denominado “Bioetanol y biodiesel: los combustibles ecológicos en Colombia” en donde plantea: “En Colombia el impacto de la política de alcohol carburante en el mantenimiento de la autosuficiencia petrolera del país no es significativo, representando apenas un 1,4% de la canasta energética”. Nada más errado que lo anterior. No obstante, si se suma la producción de alcoholes carburantes y la de biodiesel a largo plazo, se esperaría una canasta energética donde los biocombustibles alcanzarían cerca del 8% del total energético nacional”.

 Los dos principales cultivos dedicados para la producción de los agrocombustibles al producirse el biodiesel y el etanol son: la palma de aceite y la caña de azúcar, le siguen el girasol y el maíz, y ahora estos se destinan en su mayor proporción para la producción del combustible, descuidando la producción tradicional alimenticia. Hace 15 años, la mayor producción agrícola de ellos, se ha dedicado para la producción de biocombustible, lo cual sin duda alguna ha presentado un notable detrimento en la producción de aceite y de azúcar para el consumo alimenticio, lo que se refleja en precios muy elevados e importación de estos productos base en la alimentación nacional. Desde éste hecho aparecen muchas dudas sobre la eficacia de la medida tomada por el gobierno nacional,  pues  los impactos ambientales, sociales, económicos y alimenticios que se originaron, han sido de sobremanera muy nocivos en cada sentido, por ejemplo:

 El impacto causado por el cultivo intensivo y extensivo de la Palma de Aceite en Colombia (se regresa al monocultivo; la práctica más destructiva de la agricultura para los suelos, además del enorme impacto negativo social )

 De acuerdo a los informes de FEDEPALMA, las plantaciones de palma de aceite en Colombia son intensas en cuanto a cobertura y mano de obra se refiere, debido a la poca mecanización que existe. Son más de 138.457 hectáreas cultivadas. A pesar de ello, Colombia presenta una productividad media de aceite por hectárea, lo cual significa que se incrementará el cultivo en mayor proporción a fin de lograr renglones de alto beneficio, sin importar las consecuencias que traerá para los recursos, suelo, agua y aire. El establecer este cultivo durante mucho tiempo cambia las condiciones físicas y químicas de los suelos, hasta el punto de alterar la textura, la estructura, como también el pH, de la misma forma que se alteran las fuentes de agua dada las grandes cantidades de fertilizantes y de pesticidas que implica el manejo fitosanitario de estos cultivos extensivos e intensivos, en pocas palabras se convierten en monocultivos; una de las labores agrícolas más nocivas para los recursos naturales, aquí y en cualquier lugar del mundo.

 Además de todo ese daño ambiental a los ecosistemas y recursos en Colombia, se presenta también un grave impacto social muy negativo de enormes proporciones; el incremento de la pobreza, porque, en la mayoría de las plantaciones, la siembra de palma de aceite requiere grandes extensiones de tierra, lo que conduce al despojo de los campesinos e indígenas que habitan esos lugares. Como ejemplo, se puede citar lo que siempre han denunciando las poblaciones en el Chocó, donde se produce el desplazamiento de las comunidades negras, indígenas y campesinos de la región.  Estas personas abandonan sus tierras, cedidas a las empresas a través de su venta, en valores muy bajos, puesto que  en muchos casos, son engañados o presionados por las empresas palmicultoras.

 Un cultivo extensivo (monocultivo) como lo es la palma de aceite, destruye bosques tropicales y animales que allí habitan, provoca erosión por la desnudez del terreno, también causa sedimentación en fuentes y corrientes de agua, extinción de especies acuáticas y de otras especies que se alimentan de ellas. Para completar el daño la palma de aceite ya ha sido intervenida genéticamente, lo que acarrea un irremediable impacto negativo a la biodiversidad y a la salud humana en general. 

 





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